Por Owen
Jones
17/08/2014
El
antisemitismo es una amenaza. El odio al pueblo judío ha persistido
dos milenios en las sociedades europeas y se manifiesta en libelos de
sangre, persecuciones, expulsiones, pogromos y masacres. En varios
momentos de la historia ha sido promovido con fuerza por las élites
y absorbido por grandes franjas de la población. Todavía viven
entre nosotros sobrevivientes del Holocausto, el único intento de
exterminar a todo un pueblo por de forma sistemática e
industrializada. Esta atrocidad sin igual, sin duda movilizó a la
opinión pública contra el antisemitismo, despojándolo del estatus
respetable del que había disfrutado durante mucho tiempo en muchos
países europeos, pero eso no quiere decir que haya desaparecido.
Como se permitió durante tiempo que circulará por las venas de la
sociedad europea, incluso el horror absoluto de la Shoah nunca ha
sido capaz de borrarlo por completo. Lejos de estar en retroceso, la
evidencia sugiere que el odio anti-judío está aumentando de nuevo.
Escribo
esto porque el antisemitismo debe ser tomado muy en serio. Los
intentos de restarle importancia son peligrosos, porque permite que
el tumor se propague sin control. Pero el asalto israelí contra Gaza
ha puesto de relieve otro peligro también. A menudo se ha debatido
si se utiliza la acusación de antisemitismo contra todos aquellos
que soportan la justa causa palestina o critican las acciones del
estado de Israel. La principal objeción es que esa táctica
representa un intento de silenciar a quienes critican la ocupación
israelí. Sin embargo, hay consecuencias potenciales más peligrosas:
entre ellas, y no es la menos importante, que se pierde el
significado de que es el antisemitismo, que sea aún más difícil de
identificar y de acabar con el odio contra el pueblo judío,
especialmente en un momento en el que crece.
En
su mayor parte, el sentimiento pro-palestino surge de un sentido de
solidaridad con un pueblo oprimido sometidos a la ocupación,
asediado y atacado militarmente de manera brutal. La respuesta de
muchos partidarios del ataque de Israel contra Gaza ha sido
instructiva. En un mundo donde hay tanta injusticia y de rramamiento
de sangre, dicen, ¿por qué no se manifiestan contra los asesinos
sectarios del Estado Islámico (EI) o Boko Haram? Es lo que se conoce
como la excusa de "las dos varas de medir": el intento de
desviar la atención sobre una injusticia alegando el sufrimiento de
terceros. Algunos defensores de los gobiernos de Israel creen que la
supuesto atención especial en el conflicto israelí-palestino es en
sí misma una evidencia de antisemitismo. Pero las atrocidades de
Israel atraen esta atención porque su estado está armado hasta los
dientes y cuenta con el respaldo de los gobiernos occidentales,
haciéndolos cómplices directos; IS y Boko Haram, en cambio,
tropiezan (con razón)con la oposición de nuestros gobernantes. Las
manifestaciones y protestas son en general un medio para ejercer
influencia sobre gobiernos supuestamente democráticos que tienen que
rendir cuentas.Lo que no quiere decir que la monstruosidad del
antisemitismo haya estado ausente de la reacción contra las acciones
de Israel. El mes pasado, una sinagoga y varios negocios judíos
fueron atacados en el suburbio parisino de Sarcelles. He encontrado
declaraciones y posiciones que confunden pueblo judío y gobierno
israelí, que es lo mismo que hacen algunos sionistas acérrimos, y
cuyas implicaciones no son menos antisemitas. Ha habido amenazas y
agresiones contra judíos en varios países europeos. Un caso
siniestro de pedantería que sigue reapareciendo de vez en cuando es
la afirmación de que el término "antisemitismo" es en sí
misma falso, porque los árabes son semitas también. como si el
término "antisemitismo" no significara popularmente odio
contra los judíos desde finales del siglo XIX. Se trata de un
intento poco sincero de hacer imposible identificar este odio
anti-judío mediante juegos de palabras. Una réplica habitual es que
Israel es por sí mismo la fuente del antisemitismo; que su
brutalidad contra el pueblo palestino alienta el odio contra el
pueblo judío.
Esto es un disparate, como la racionalización de los
prejuicios contra los musulmanes como la consecuencia inevitable del
terror fundamentalista islámico: al final resulta que la
responsabilidad del prejuicio acaba recayendo en los prejuiciados. La
mayoría de nosotros somos muy capaces de oponernos a la brutalidad
sin convertirnos en fanáticos. El racismo tiene que ser eliminado,
no excusado. Para derrotar todas las formas de antisemitismo -
incluidas las que se disfrazan de solidaridad con los palestinos
oprimidos - tenemos que ser capaces de identificarlo. Y resulta
imposible cuando se abusa del sentido mismo de la palabra hasta que
pierde su significado. Tomemos el ejemplo de Douglas Murray, un
escritor con una particular obsesión con el Islam. Su condenable
descripción de una manifestación de solidaridad en Londres con
Palestina el mes pasado fue: "miles de antisemitas consiguen
paralizar el centro de Londres". No se trata de una simple
calumnia imperdonable contra manifestantes pacifistas - entre los que
había también judíos - que simplemente se oponen a la complicidad
de su gobierno en la masacre de niños. Esto hace que sea mucho más
difícil identificar el verdadero antisemitismo. Lo mismo ocurre en
el Daily Telegraph con Brendan O'Neill, quien ha acusado
recientemente a la izquierda de estar convirtiéndose en antisemita.
Curiosamente, entre las pruebas que aportaba una era las críticas de
la izquierda a la desproporcionada influencia del imperio Murdoch:
irónico, dado que el no-judío Rupert Murdoch recurrió una vez al
clásico estereotipo antisemita cuando twitteó: "¿Por qué la
prensa de propiedad judía es tan consistentemente anti-israelí en
cada crisis? "
Hay
realmente un montón de antisemitismo al que debemos hacer frente.
Ahí esta Grecia, donde el partido neonazi Amanecer Dorado ha crecido
entre las ruinas de su economía. En mayo, el 16% de los votantes
atenienses votaron al candidato a la alcaldía de Amanecer Dorado.
Según un estudio reciente (1), el 69% de los griegos tiene ideas
antisemitas; en Polonia - a pesar de hacer sido uno de los países
que sufrió más los horrores del nazismo- es el 48% y en España el
53%. En Hungría el partido antisemita Jobbik obtuvo el 20% de los
votos en las elecciones legislativas de abril. Como la mayoría de la
extrema derecha de Europa, el Frente Nacional francés centra su
bilis contra los musulmanes, pero las raíces antisemitas del partido
son profundas y hace unos meses fue uno de los partidos más votados
en las elecciones al Parlamento Europeo. El odio contra los judíos
es un peligro claro y actual Los temas antisemitas siguen estando ahí
de forma constante, por muy deprimente que sea: que si los judíos
son extranjeros, que si carecen de lealtad a sus países, que si
actúan como parásitos, que si tienen una influencia
desproporcionada. A veces, ese odio es evidente, otras veces más
sutil y pernicioso. Se necesita para derrotarlo la coalición más
amplia posible. El antisemitismo está tan asumido - ya desde la
época romana - que combatirlo requiere una especial determinación.
Lo que no quiere decir que sea estructuralmente inseparable del
pensamiento europeo: puede y debe ser eliminado. Pero para ello es
necesario evitar que su auténtico significado sea utilizado
abusivamente como una excusa. No se trata solo de defender a quienes
se solidarizan con la causa palestina de la calumnia y la difamación,
sino de evitar que seacaba devaluando la gravedad del propio
antisemitismo, haciendo que sea más difícil hacerle frente donde
quiera que emerja. No se trata de un asunto baladí. La seguridad
futura de los judíos de Europa depende de ello.
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