Por Xosé Luís Barreiro Rivas
La Voz de Galicia - 01.09.2011
En esta España de mis amores, llena de laicos de granja, que quieren expulsar de las calles los desfiles de la Semana Santa, la procesión del Corpus y las concentraciones de católicos que van a escuchar al papa, nadie se pregunta quién paga los gastos de la tomatina de Buñol, ni si es correcto hacer ese gasto mientras en Eritrea se mueren de hambre, ni si este es el mejor ejemplo de ciudadanía que se puede dar en medio de la crisis. Y es que los nuevos laicistas son así, dispuestos a echar a Dios y a los católicos de las calles -¡ni un euro para el papa!-, para llenarlas después de gilipollas -con perdón- que, hablando en muchos idiomas, se tiran tomates a la cara. Por lo que a mí respecta, no me parece mal que los ciudadanos se diviertan haciendo tonterías, siempre que obedezcan las instrucciones de los municipales. Tampoco llevo mi solidaridad al extremo de creer que si los tomates de Buñol no se utilizasen para esta estúpida batalla iban a acabar -aliñados con sal, aceite y vinagre- en los platos de los hambrientos. Y, dado el respeto que le tengo a las multitudes, ni siquiera me opongo a pagar la parte que me corresponde de los gastos de protección de las fachadas, de la limpieza de las calles, de la saturación de las depuradoras, del cierre de las fábricas y el comercio, del corte universal de la circulación y de la movilización de los bomberos y de los cuerpos de seguridad del Estado y del municipio de Buñol, para que nuestros simpáticos jóvenes salgan a la calle, cómodamente, a hacer el burro. Lo que me molesta es que los mismos indignados y laicistas activos que quieren arrojar de nuestras calles la religión multisecular y mayoritaria, y negar nuestra historia, y dejar sin explicación la mayor parte de nuestro patrimonio cultural y la formación de los códigos éticos que rigen nuestra sociedad, se queden quietos y parados cuando lo que hay que pagar es la tomatina de Buñol y el ensalzamiento de la estupidez colectiva. Y es que los nuevos laicos son como los nuevos ricos, que en vez de deshacerse de dogmas viejos para abrazarse a la libertad, solo se deshacen de dogmas cultos, consolidados por la historia, para quemar el incienso delante de los becerros de oro inventados por una juventud desmotivada que lo mismo ocupa las calles con las tomatinas, con los botellones, con los encierros recién inventados o con las vociferantes hinchadas del fútbol -«¡oé, oé, oé, oé, oé, oé!, ¡viva la Roja!, ¡esto es lo más!»-. Es la apología de la estupidez contra el canto gregoriano. Y recordando la protesta del Gaiteiro de Soutelo contra los racionamientos del Madrid republicano -«Se non me dades de comer digo ¡Viva Cristo Rey!»-, también yo protesto -¡Viva la Macarena!- contra el laicismo indignado. Porque tolero a las multitudes, pero no me dejo seducir por ellas.
1 comentario:
É que para muitos a religião também é uma forma de estupidez coletiva. Uma que tem provocado ao longo dos séculos mais miséria e morte do que os tomates. Bom, provavelmente, mais miséria e morte do que qualquer outra causa, fora da morte natural, ou ainda me atreveria a dizer que todos os demais problemas juntos. A mim também me parece que a "tomatada" é uma cousa absurda carente de ética. Porém, gosto mais dos tomates que da superstição. Se me devem tirar uma cousa à cabeça, que seja um tomate e não um bota-fumeiro. Qualquer superstição. Seja esta institucional, "secular" e tradicional, ou seja uma invenção new age, todas são igualmente arbitrárias e irracionais e todas separam os homens e os condenam a viver na ignorância.
http://www.youtube.com/watch?v=Gdzm_FXHp88
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