"Ás catro da mañá, nunca se sabe se é demasiado tarde, ou demasiado cedo". Woody Allen







miércoles, 3 de agosto de 2011

Por qué Europa nace no lager...




Por Reyes Mate


Jorge Semprún y Elie Wiesel mantienen una conversación cincuenta años después de ser liberados de Buchenwald. Ninguno de los dos quiere ser el último superviviente. Ellos han ligado el futuro de la humanidad a la memoria de la barbarie que han experimentado. Lo que al ser humano quepa esperar pende de un hilo tan delicado y exigente como repensar todo –el mundo y el hombre– a partir del lager. Saben que han fracasado en su intento. El mundo sigue como si nada hubiera ocurrido. La responsabilidad del último superviviente consistirá en un último esfuerzo, un esfuerzo sobrehumano, para convencer a sus congéneres de lo que en tantos años y con tantos supervivientes no se ha conseguido, a saber, que Auschwitz es lo que da que pensar. Uno y otro piden que se les ahorre esa responsabilidad.Sorprende esa reacción en quienes han asumido por entero su papel de testigos. A Semprún le costó lo suyo porque entendió enseguida que tenía que escoger entre la memoria y la vida. Durante dieciséis años optó por la vida, tratando de olvidar el campo con una existencia trepidante como era la del agitador clandestino comunista en la España de Franco. Hasta que se reconcilió con lo inevitable, a saber, que “el débil estertor del moribundo era la patria de la que no podía escapar”. Su centro existencial era la experiencia de muerte que no podía dejar atrás. Murió entonces Federico Sánchez, su nombre de guerra en el Partido Comunista, y el superviviente de Buchenwald apareció encarnado en el autor de memorables relatos.


Se le reconoce a Semprún un enorme talento literario, pero la fuerza de El largo viaje, La escritura o la vida y tantos otros es la carga filosófica de su narrativa. El que fuera estudiante de filosofía en la Sorbona interpretaba el campo como expresión del mal absoluto. El hitlerismo había organizado la vida concentracionaria de manera que el deportado interiorizara que la muerte no era una posibilidad, como para los demás mortales, sino una fatalidad que le esperaba en cualquier segundo de su existencia. La suya era una vida construida para y desde la muerte. Para Semprún ese supuesto nazi era un desafío que no podía eludir y al que tenía que dar una respuesta.


Esto explica la importancia que tienen en sus relatos los moribundos. Era la cita del mal absoluto con el combatiente. Recordemos, por ejemplo, la muerte en sus brazos de su maestro, Maurice Halbwachs, el autor inolvidable de extraordinarias investigaciones sobre la memoria. Semprún le recita a modo de plegaria unos versos de Baudelaire: “Ô Mort, vieux capitaine, il est temps! levons l’ancre! [...] Nos coeurs que tu connais sont remplis de rayons!”, mientras el agonizante sonríe “con la mirada sobre mí fraterna”. O la agonía del bravo Diego Morales, un joven combatiente republicano que hasta había pasado por Auschwitz. Otra vez la poesía, esta vez de César Vallejo, para fraternizar con el agonizante: “Al fin la batalla, / y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre / y le dijo: ‘¡No mueras, te amo tanto!’ / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.”


Semprún acude a la muerte de Morales, como un año antes a la de Halbwachs, para luchar contra el mal absoluto con el arma de la “fraternización del morir”. Frente a la idea hitleriana de que la muerte era el destino fatal del prisionero, Semprún la presenta como una opción a favor de la vida. Acude a la cabecera de los moribundos para arrebatar el destino al nazi y decirle que “todos nosotros, que íbamos a morir, habíamos escogido la fraternidad de esta muerte por amor a la libertad”. La muerte que el nazi esgrimía como una 
fatalidad era vivida por ellos como una opción libre, fraterna, en favor de un mundo mejor.


En el campo se había librado la gran batalla entre el hombre y la barbarie. Por eso, en su última aparición en Buchenwald, el pasado 11 de abril, invitaba a los europeos a visitar Buchenwald “para meditar sobre el origen de Europa y sus valores”. En un momento como el actual, donde los intereses nacionales o nacionalistas, sobre todo en Alemania, priman sobre la construcción de Europa, esa invitación, a modo de testamento, no debería echarse a perder.
Que a una figura tan lúcida y comprometida como Semprún se le siga negando el reconocimiento debido en España es prueba de la mezquindad de los unos, y de la pervivencia del franquismo, en los otros.


http://www.letraslibres.com/index.php?art=15539&rev=2

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