"Ás catro da mañá, nunca se sabe se é demasiado tarde, ou demasiado cedo". Woody Allen







miércoles, 1 de septiembre de 2010

“Son verdugos voluntarios de Videla”...


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Así se refirió el testigo Carlos Galansky Koper respecto a cada uno de los imputados en la causa y a sus responsabilidades en el terrorismo de Estado a través de una declaración por videoconferencia desde España. Personalizó a Peratta y a Rebaynera por casos de torturas y sobre “El nazi” expresó que ojalá “finalmente sea él quien salga de la cárcel con los pies para adelante”. También declararon los testigos Hayes y Ruiz Díaz.
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Por Secretaría de Prensa y Difusión – APDH La Plata
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(31 AGOSTO 2010) – A través de una comunicación de videoconferencia, Carlos Galansky Koper, residente actualmente en Galicia, pudo prestar declaración testimonial desde Madrid, España, para la causa en la que se está juzgando la responsabilidad de once ex agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) y tres médicos que desempeñaron tareas en la Unidad 9 de La Plata durante la última dictadura cívico-militar. La audiencia se reanudó a las diez de la mañana y esta vez tuvo lugar en la sede de los Tribunales de calle 8 entre 50 y 51 debido a que una de las salas cuenta con el equipamiento necesario para lo que una comunicación de alta definición amerita. En una sala en la que los imputados estuvieron a escasos metros del público, la imagen de Carlos Galansky Koper se proyectó en una pantalla y los presentes pudieron apreciar con total fidelidad el relato sobre su paso por el penal que alojó a la mayor cantidad de presos políticos entre 1976 y 1983.
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Carlos Galansky Koper militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores cuando fue detenido en San Antonio de Padua el 16 de marzo de 1975 y llevado a Coordinación Federal, donde fue torturado casi hasta la muerte. Allí permaneció hasta mediados de abril de ese año, cuando lo trasladaron a la cárcel de Devoto y luego a la U9, entre octubre y noviembre de 1976. Al llegar a la U9, el testigo fue alojado en una celda donde había seis o siete presos y al día siguiente fue llevado al pabellón en el que permaneció hasta la requisa que marcó la asunción de Abel Dupuy al frente del penal. “Hasta diciembre de 1976 no era un paraíso pero era mucho mejor que Devoto. Ahí nos daban chinchulines con olor a mierda”, confesó Galansky Koper. Y agregó: “Empezó un hostigamiento y exterminio desde el aspecto legal. Usaron la requisa para quitarnos los libros, los cuadernos, las cartas, todo el material intelectual”.
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En cuanto a la metodología de la requisa, el testigo así la describió: “Abrieron las rejas con un ruido atroz y nos gritaron que teníamos que salir. Nos desnudaron, nos revisaron y nos miraron la boca, sin dejar que nos vistiésemos. Teníamos que agarrar la ropa y salir corriendo al pabellón, desnudos. Y como en las puertas de las celdas nos esperaban con palos, algunos compañeros se metieron en cualquiera con tal de salvarse”. Al igual que otros testimonios, Galansky Koper coincidió en que luego de la requisa hubo una reclasificación de los pabellones “entre peronistas y marxistas” y la comparó con la reubicación ocurrida en Córdoba que dio lugar al exterminio a partir de la aplicación de la Ley de Fuga. “En febrero de 1977 se comprueba la hipótesis de lo de Córdoba cuando sacan del penal a Dardo Cabo y a Rufino Pirles y a los dos días aparecen muertos tras un supuesto intento de fuga”, manifestó el testigo.
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Ante la pregunta del Tribunal, Carlos Galansky Koper recordó que Jorge Ernesto Podolsky –un compañero judío- había recibido la visita de “El nazi” Rebaynera ya que éste lo había encontrado haciendo meditación tras espiarlo por la mirilla. Según el testigo, el imputado le sentenció que saldría del penal “con los pies para adelante”. Además, refirió al imputado Jorge Luis Peratta ya que “mantiene la misma cara que cuando me llevó a los chanchos”. “Vinieron a destruirnos física y psicológicamente, a exterminarnos”, esgrimió sobre los penitenciarios.
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Pasado que quedó bordado
Carlos Galansky Koper relató el episodio en que a su compañero Pablo Jose Monsegur le encontraron en su celda un libro de biología inscripto, por lo que fue castigado y llevado a los “chanchos”. En palabras del testigo, “Esa misma noche entró un guardia que me pidió que saliera y me condujo a las celdas de aislamiento. Me obligó a que agachara la cabeza y pusiera las manos atrás. Recuerdo que estaba oscuro y que levanté la cabeza instintivamente y vi a “Videla”, a “El Nazi” y a Peratta”. De inmediato, el testigo fue amedrentado a bajar la mirada e interrogado sobre la inscripción en el libro. Entre otras torturas, recibió trompadas en el pecho, en la boca del estómago, y le fue aplicada la técnica conocida como “teléfono”. En este hecho también implicó al imputado Valentín Romero alias “Culito de goma”. En otro orden, Carlos Galansky Koper aludió a “Videla”, quien en una oportunidad lo hizo desvestir, lo mandó a la ducha de agua fría y lo llevó a una celda donde tuvo que pasar toda la noche desnudo. No obstante, afirmó que “no todas las guardias del SPB de La Plata se comportaron de la misma manera”, aunque hizo referencia al día en que lo llevaron a la ducha donde daba la sombra y había un ventilador que destilaba “un frío que nunca pasé en mi vida”. “La comida era de media ración y conciliar el sueño era muy difícil por la baja temperatura”, aseveró. Y añadió sobre los imputados: “Son verdugos voluntarios de Videla. Era voluntad de ellos, les salía desde adentro esa agresividad para con nosotros”.
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El testigo estuvo en la U9 hasta comienzos de 1978, antes de que llegara la visita de la OEA, lo que derivó en el cierre de los pabellones 1 y 2 y en su traslado al penal de Sierra Chica junto con otros compañeros, entre ellos, Segalli, Carranza, Petiggiani. “En la U9 éramos inconscientes héroes. Si nos mataban, nos mataban. Eso era la militancia”, subrayó. Uno de los pasatiempos que Galansky Koper encontró en la U9 fue el bordado y éste surgió de la vez en que se puso a bordar en su buzo el número de su celda -el 79- y así, demás compañeros le empezaron a traer medias para realizar inscripciones. “A raíz de esa idea de Carranza, empecé a bordar docenas de pañuelos para los compañeros que salieron de regalo a las visitas delante de la nariz de los guardias”, relató.
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En la rueda de preguntas formulada por las partes, el testigo respondió no haber visto personal militar ni judicial en la U9 e insistió en que “hubo una parte que cumplió sus funciones –que no nos escapáramos, que nos cuidó-, y otra que nos quiso exterminar”, entre otras apreciaciones.
La declaración vía videoconferencia desde Madrid finalizó pasado el mediodía y con un deseo del testigo hacia el imputado Rebaynera: “Ojalá que la promesa que me hizo en prisión se le dé vuelta y finalmente sea él quien salga de la cárcel con los pies para adelante”. El público lo aplaudió con sonrisas.
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Tiempos de neurosis
Luego de un cuarto intermedio y ya en la ex Amia, Leonardo Raúl Hayes compareció a narrar su período de detención en la U9 ante el Tribunal Oral Federal en lo Criminal N° 1 que preside el juez Carlos Rozansky. El testigo se dedicaba a la docencia en la Escuela Superior de Periodismo de la Ciudad de La Plata cuando en noviembre de 1974 fue detenido por la Policía Federal mientras se encontraba junto a su esposa e hija. Tras el secuestro fue alojado entre siete y diez días en la Delegación de la Policía Federal bajo causa de encubrimiento y puesto a disposición del PEN debido al decreto de estado de sitio. Según relató Hayes, de la Delegación se lo derivó a la U9, en 1975 al penal de Sierra Chica y posteriormente vuelto a trasladar a la U9, en 1977. “Iba a parar a la celda de castigo porque me encontraba muy nervioso y no tenía una conducta normal como la de los demás presos. Hasta que me visitó el psiquiatra del penal y me diagnosticó neurosis obsesiva”, cercioró el testigo. Sin embargo, alegó no haber recibido la medicación ordenada por el profesional. “Eso me llevaba a golpear las puertas y a que me volvieran a castigar. Me daban un jabón que tenía que gastar y me pegaban en la planta de los pies”, añadió Hayes. Además del psiquiatra que recién tres días después constató que no le habían dado los tranquilizantes, el testigo aseguró haber visto a “personas de guardapolvo blanco”, no así a médicos dentro del penal.
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Recuerdos del Día del Petróleo
El último testimonio de la jornada fue el de Hugo Ernesto Ruiz Díaz, preso político que fue detenido en marzo de 1976 en una clínica de Ensenada mientras estaba en período post-operatorio y a quien personal del Ejército ya había ido a buscarlo a su domicilio por averiguación de antecedentes e indagado a su madre. Sobre la situación del secuestro, el testigo recordó que un tipo le había pegado con una pistola en el dedo operado y le había dicho que si quería “en ocho horas vendría a darle otra dosis”. “Me pasearon en lancha y me llevaron a la Escuela Naval, donde me practicaron un simulacro de fusilamiento. También me preguntaron si había puesto una bomba en un jardín de infantes”, relató el testigo sobre sus primeras horas de cautiverio. Tras días de permanecer secuestrado en ese centro de detención, Hayes es vendado, encapuchado y llevado nuevamente a “pasear” en lancha y luego a U9 en un micro. Al ingresar al penal, el testigo fue recibido en el pasillo por alguien que le quiso “sacar los bigotes” y otro que lo golpeó en la cabeza. En palabras de Hayes, “A través de la venda alcancé a ver que me caía sangre y una voz dijo que me sacaran de ahí. Pregunte dónde estaba y me respondieron que acá los que preguntaban eran ellos”. Y agregó: “Cuando alguien me dijo que estaba en la U9 yo no podía entender cómo estaba en una cárcel. Yo no era activista”.
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En cuanto a la requisa del 13 de diciembre de 1976, el testigo la recordó debido a que “era el Día del Petróleo”, y como siempre lo festejaba en la YPF, “ése día no lo festejé”. Sobre la metodología expresó que se debía correr sin mirar a nadie y que a él “no le tocó”. “Mi único golpe fue el culatazo en la cabeza, que me mezclaban la mayonesa con la yerba y que me rompían fotos y cartas. Eso me hacía sentir mal”, concluyó. Hacia el final de la audiencia, la fiscalía desistió del testigo que había propuesto y los defensores de los imputados Corsi, Peratta, Rebaynera, Dupuy, Acuña y Fernández pusieron de manifiesto que sus defendidos no declararán hasta tanto no se haya concluido con los testimonios de los testigos. Por su parte, Corsi, Favole y Vega alegaron que no van a declarar. Jurío, en cambio, sí están dispuesto a la ampliación de su indagatoria.

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