"Ás catro da mañá, nunca se sabe se é demasiado tarde, ou demasiado cedo". Woody Allen







domingo, 12 de julio de 2009

El humo de los trenes...

Por Félix Romeo

QUIÉN SOY. Noche del domingo al lunes. Estoy tirado en el sofá. Ojeo las compras del Rastro: No soy Stiller, de Max Frisch, en su primera edición española, de 1958, en Seix Barral. Me encanta cómo editaba Carlos Barral en los 50 y 60: las sobrecubiertas con fotografías en blanco y negro. En éste, una de Oriol Maspons: unas manos sujetan el retrato de una mujer.
No he leído No soy Stiller, pero es uno de los libros preferidos de Martín Casariego y por eso lo empiezo.
La novela tiene mucho ritmo. Pese a las obsesiones de Frisch, que quería hacerse un hueco entre Kafka y Mann, es un relato de aventuras, cercano a Hemingway y a Graham Greene. La participación del protagonista en la Guerra Civil, voluntario de las Brigadas Internacionales, es un estribillo que vuelve una y otra vez pero profundiza en esa peripecia que acabó chuscamente, sin dignidad.
El final, donde es el fiscal quien pasa a resumir la historia de Stiller o de quien no es Stiller, sobra.

ODIOS AMORES. La traductora de No soy Stiller es Margarita Fontseré, que también tradujo a Ingeborg Bachmann. Bachmann y Frisch mantuvieron un turbulento amor. Frisch escribió sobre ese tiempo oscuro: Digamos que me llamo Gantenbein (Debate), que tampoco he leído y que ya deseo leer.
Quizá esa novela llevara a Bachmann al manicomio.
SHOAH. Noche del domingo al lunes. Leo No soy Stiller, y tengo la tele puesta como si fuera una chimenea. La casualidad hace que pille el comienzo de Shoah, el magnífico documental de Claude Lanzmann.
Salto al ordenador para saber si emitirán la película entera, nueve horas y media, y tendré que quedarme toda la noche escuchando el terror relatado por sus víctimas. No, desgraciadamente. TVE ha decidido emitirlo tronzado, como la primera vez que lo programó.
Hace años se anunció la edición en DVD de Shoah en España, pero no salió. Se puede conseguir la versión francesa (lo compruebo en fnac.fr) y también se puede conseguir la versión italiana (lo compruebo en lafeltrinelli.it): Einaudi lo publicó junto a un libro (editado en castellano en Arena Libros) y fue un gran éxito.
Vuelvo a sentir un profundo estremecimiento durante algo menos de dos horas (es la primera entrega, no averiguo cuándo será la siguiente). Lanzmann hace historia sin documentos: sólo palabras. Sobre muertos, sobre dolor, sobre brutalidad, sobre industria de la destrucción, sobre espectadores de todo aquello, sobre el milagro de sobrevivir, sobre lo incomprensible... Me gusta que Shoah suceda en tantos lugares y en tantas lenguas y con tantos testigos. Me gusta ver a Lanzmann y a la traductora en plano con los protagonistas. Lanzmann fuma y el humo del cigarrillo se confunde con el humo de los hornos, con el humo de los trenes.

PATAGONIA. Veo Shoah y me pregunto si alguien traducirá las memorias de Lanzmann, La lièvre de Patagonie (Gallimard), que ha entrado en Francia, y sigue, y contra todo pronóstico, en la lista de libros más vendidos.
Veo Shoah y me pregunto por qué se estrena en tantas salas Good, película lamentable, y Shoah hay que verla casi clandestinamente.
Veo Shoah y me pregunto cuántos ejemplares de los libros de Lanzmann se habrán vendido en España y cuántos de Jonathan Littell. (Para que mi pregunta no sea retórica, escribo a Arena Libros, editorial de Lanzmann en España, pero no responden: el ISBN dice que no han pasado de la primera edición.)
ESCRIBIR LOS CAMPOS. No pensaba leerlo ya, pero después del temblor de Shoah me pongo con Écrire les camps (Belin), de Alain Parrau, cuya edición en bolsillo traje hace dos semanas de Pau.
Es un buen ensayo, y habla tanto de los lager como del gulag.
Me descubre a Tadeusz Borowski, que está traducido: Nuestro hogar es Auschwitz (Alba). Se suicidó en 1951; según Czeslaw Milosz, que lo consideraba un escritor de primera magnitud, a raíz de una crisis de conciencia por su complicidad con la opresión estalinista sobre Polonia.
Me descubre a Robert Antelme, también traducido: La especie humana (Arena Libros). Explica Parrau que tras algunos libros sobre el lager, surgió en Francia un hartazgo; en Les Temps Modernes, la revista de Sartre, escribieron sobre Antelme en 1949: «¡Otro libro sobre los campos! Después de los de Rousset, de Kogon, y de tantos otros, creía que todo estaba dicho [...]. La guerra ha terminado. Tenemos derecho a disfrutar de la paz sin que nos la amarguen».

CELAN. Antes que con Frisch, Ingeborg Bachmann vivió una historia de amor con Paul Celan, cuyos padres murieron en un campo de concentración mientras él penaba en un campo de trabajo. En Mecanismos internos (Mondadori), estupendo libro de reseñas, Coetzee cita un poema de Celan que acaba así: «Todo sigue su curso».

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