Hoxe acordei co seu
monótono son batendo contra o patio, petando cos seus dedos de auga
no vidro. Onte deiteime co mesmo son, no mesmo patio e o mesmo
rítmico golpear na miña ventá... e lembreime entón do mestre Ray
Bradbury. Da súa maxistral “A longa choiva”. Unha desas pequenas
grandes xoias da literatura de ciencia-ficción que gardo no meu
caixón de supervivencia.
Na xente atopamos
claramente as dúas tendencia. Quen se indigna porque chove na terra
da choiva, e que di que gusta da choiva porque é parte seica da
identidade desta verde terra verde de choiva. Eu confésome perante
estas dúas tendencias enfrontadas, de extremo centro. Se chove...que
chova. Que non chove...pois non chove.
E para celebralo, tirado
do seu relato “A longa choiva” incluido no seu maxistral “O
home ilustrado” deixovos algúns extractos de choiva e un blues. Que teñades
todos un feliz e húmido venres de auga.
[...]
La lluvia continuaba. Era una lluvia dura, una lluvia constante, una lluvia minuciosa y opresiva. Era un chisporroteo, una catarata, un latigazo en los ojos, una resaca en los tobillos. Era una lluvia que ahogaba todas las lluvias, y hasta el recuerdo de las otras lluvias. Caía a golpes, en toneladas [...] horadaba los suelos y deshacía las zarzas. Encogía las manos de los hombres hasta convertirlas en arrugadas manos de mono. Era una lluvia sólida y vidriosa, y no dejaba de caer.
[...]
La lluvia cubría la superficie del río con un billón de puntos.
[...]
sintió la lluvia fría en las mejillas, en el cuello y en los móviles brazos. El frío le llegó a los pulmones. Sintió la lluvia en las orejas, en los ojos, en las piernas.
[...]
Es tan pesada. Es como un cañonazo.
[...]
la lluvia caía sin cesar en un permanente crepúsculo.
[...]
¿Y cuándo veían el suelo? ¿No era casi siempre un arroyo, un pantano, un estanque, un lago, un río, y luego, por fin, el mar?
[...]
Nuevos ríos nacían continuamente ante sus ojos, y los viejos ríos alteraban su curso… Ríos del color del mercurio, ríos del color de la plata y la leche.
[...]
caminaron bajo la lluvia. Bajo la lluvia que caía pesadamente y dulcemente, bajo la lluvia torrencial e incesante que caía a martillazos sobre la tierra y el mar y los hombres en marcha.
[...]
No sé qué hacer, para salir, de esta lluvia. No sé qué hacer, para salir, de ésta lluvia. No sé qué hacer…
[...]
Si pudiera recordar en qué consiste sentirse tranquilo.
[...]
Esta lluvia maldita, [...]siempre sobre uno! ¡No se oye nada más! ¡No se siente nada más!
[...]
los hombres pudieron ver ejércitos de gotas de lluvia [...]. Quince billones de gotitas, quince billones de lágrimas, quince billones de joyas en una vitrina forrada de terciopelo blanco. Y luego, [...]cayeron sobre los hombres, como una nube de voraces insectos, fría y dolorosa.
[...]
Cuando amaneció, la luz era gris, y seguía lloviendo.
[...]
Esta lluvia me pelará hasta los huesos.
[...]
Otros cinco minutos y luego me meteré en el mar y seguiré caminando.
Ray Bradbury – El Hombre Ilustrado – Extractos de “La larga lluvia”
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