Por Josep Pla
"Israel: 1957"
Editorial Destino
El kibbutz es una de las
instituciones más originales de Israel. Es un fenómeno de colectivización que
ha dado excelentes resultados y ésta es una de las razones que explican la
reticente, a menudo adversa política, de la URSS, respecto de este país: el
kibbutz socializante —en definitiva de socialismo de mercado de Israel— ha sido
una institución eficaz y positiva, mientas que el koljoz ruso ha sido un
completo desastre económico y social. La comparación es demasiado odiosa y viva
para que pueda ser perdonada por el dogmatismo comunista irreal y apriorístico.
A principios de siglo, los primeros
inmigrantes comprobaron que el obrero árabe agrícola, ser primitivo, habituado
a un tipo de vida de una gran precariedad, encontraba trabajo con mayor
facilidad que el obrero judío cultivado y progresista, infatigable pero
inhábil. Esta constatación les llevó a agruparse colectivamente y a trabajar en
común. Sus esfuerzos, no obstante, no habrían podido cristalizar si el Fondo
Nacional Judío no les hubiera dado la tierra fácilmente. Cuando la tuvieron,
para obtener algún resultado, hubieron de hacer considerables sacrificios. La
primera kuntsa o kibbutz fue fundada en Degania, en el alto Jordán, a base de
la ideología socialista de David Gordon. El principio que defendía Gordon era
éste: hay que dar a cada uno según su capacidad y según sus necesidades.
Sostenía que el trabajador padre de familia ha de ganar más que el padre de
familia que tiene menos hijos, y éste ha de ganar más que el soltero sin
obligaciones. Este principio ha hecho muchos progresos en todas partes. (Es
innecesario advertir que prácticamente toda la legislación social que se aplica
en muchísimos países nació en Israel, sin forma legal perceptible, espontáneamente.)
Gordon entendía el kibbutz como una gran familia, formada como máximo por
catorce o quince trabajadores y sus familias, porque su experiencia le llevaba
a creer que una empresa colectiva formada por más gente era por definición
ingobernable y estéril. El kibbutz, en sus inicios, fue, de este modo, un
establecimiento colectivo limitado. Esta limitación se rompió, no obstante, con
rapidez, ya que respondía únicamente a una agricultura de monocultivo. Con la
llegada de nuevos emigrantes y la necesidad de producir más y más cosas, el
colectivo se amplió. Gordon ha pasado a la historia moderna de Israel no sólo
por lo que acabamos de describir, sino por el esfuerzo que realizó para
demostrar que la práctica de un trabajo manual es favorable a la maduración y a
la ampliación de la inteligencia.
La transformación del kibbutz
limitado y cerrado en el kibbutz abierto y amplio llena la historia del
asentamiento agrícola en Israel. La concepción del kibbutz abierto ha triunfado
porque las mismas condiciones económicas lo han exigido. Ya no hay ninguna
organización de esta clase que no tenga más de sesenta familias, pero son raras
los que tienen más de 2.000. La extensión de la tierra que el Fondo Nacional
Judío ofrece al kibbutz depende de su calidad y del agua de que puede disponer.
Si la tierra es buena y el agua abundante, la extensión naturalmente es menor
que si el kibbutz es de secano y la tierra de poca calidad.
La base de esta organización es la
propiedad de los medios de producción por parte de los kibbutzim que forman
parte de un kibbutz. La organización es contraria, así, a la filantropía de la
época de los Rothschild y a las formas de trabajo asalariado de la moshava. El
kibbutz recibe la tierra del Fondo Nacional y a menudo un capital más o menos
importante para comenzar. El precio de la tierra se va pagando por anualidades,
y el capital es devuelto tan pronto el kibbutz gana dinero. Pagada la tierra y
restituido el dinero, los bienes del establecimiento pasan a ser propiedad de
sus miembros. Para un miembro del kibbutz, esta propiedad puede describirse con
estas palabras: «todo esto es mío, pero nada me pertenece». Eso quiere decir
que el espíritu del kibbutz está formado por el idealismo de sus componentes:
el socialismo de sus ideales y el nacionalismo, de elevada temperatura,
obstinado en construir una patria.
No existiendo salarios en los
kibbutz, no existe moneda de circulación entre sus miembros. Existe en cambio
moneda en las relaciones del kibbutz con el exterior, porque es natural que, si
el organismo compra un tractor, o una trilladora, la pague. El kibbutzim tiene
derecho a casa, alimentación, vestuario, educación de los hijos, asistencia
social de todo tipo: médicos, farmacia, clínica, entierros. Asimismo, el
kibbutz mantiene a los padres viejos de los trabajadores kibbutzim, a base de
que los viejos no trabajen pero que se entretengan con lo que más les agrade,
porque se considera que en la vejez la inacción es fatal. El kibbutzim tiene
derecho a quince días de vacaciones anuales; si los pasa fuera de la comunidad,
se le da el dinero necesario.
El comedor es común y la cocina es
general; al frente de cada cocina está un cocinero. Las criaturas viven en
común, pero, cuando los padres han acabado de trabajar, las criaturas se
incorporan a la vida de familia. El hecho de que las mujeres no tengan que
cocinar las permite estar más tiempo con sus hijos que cualquier familia obrera
europea corriente. La vida social o cultural se hace en centros colectivos
Las tiendas son generales. La colectivización,
en todo caso, no llega ni a la intimidad ni a la casa. Las familias no viven en
bloques, sino en casas aisladas. En la puerta de la casa se acaba la comunidad.
Así, el kibbutz no tiene nada que ver con el comunismo integral. De la vida
colectiva, sus miembros utilizan lo que les puede resultar más útil: por
ejemplo, la cocina en común. La comida es, fatalmente, un poco cuartelaria. Es
un grupo de familias que comen en un restaurante colectivo. Por otro lado, el
organismo se rige por la asamblea general de sus miembros, la cual elige un
comité ejecutivo con poderes durante un año. Este comité resuelve los problemas
de todo tipo que se van presentando, tiene la dirección agraria y comercial y
se ocupa de la relación con el interior en todos los aspectos: económicos,
sociales, políticos y de administración diríamos municipal.
El kibbutz puede ganar dinero o no
ganarlo; puede estar bien administrado o no estarlo. Después de los trabajos
que sus miembros realizan, acaba ganando algún dinero. Esto quiere decir que el
kibbutz ha llegado a transformar una tierra precaria en una tierra de calidad.
Cuando el kibbutz se encuentra en la etapa constructiva y no gana dinero, suele
ser extremista y de un idealismo utópico. Al comenzar a obtener beneficios, se
conservadoriza y la fraseología se vuelve diferente. Hemos preguntado a muchos
kibbutzim:
- Cuando ganan dinero, ¿en qué
utilizan el sobrante? ¿Se lo reparten?
- Todavía no estamos en ese momento.
El dinero ganado se utiliza sistemáticamente para mejorar el kibbutz desde todos
los puntos de vista: no sólo para mejorar las condiciones de la tierra, sino la
vida familiar de sus componentes. Las comodidades del kibbutz se incrementan
con todas las aportaciones que ofrece la vida moderna. Por otro lado, con el
dinero que se gana se emprenden otras empresas, sobre todo las de
industrialización de los productos de la tierra. En este aspecto, existen
kibbutz muy importantes que mueven volúmenes de negocio considerables.
Sospecho que todas estas
informaciones serán acaso poco comprendidas en países de individualismos
arcaicos como el nuestro, de escépticos, desconfiados y resentidos. No hay que
olvidar, de todos modos, la mentalidad de quienes fundaron los kibbutz, el
idealismo de los socialistas rusos, polacos y centroeuropeos que imaginaron
estas formas de vida colectiva, la influencia que en todo el proceso tuvieron
las mujeres y sobre todo el sionismo y, por tanto, del espíritu de sacrificio,
la temperatura patriótica y la fe en Israel, que es la clave del arco central.
Por otro lado, el kibbutzim cree que el salario corrompe y que la gente que
trabaja por un salario trabaja , sin amor, en la desesperanza y en el vacío —y
en la soledad.
En el kibbutz, la política es
naturalmente un elemento esencial. Una buena parte de sus componentes forman
parte del partido Mapai, del cual es decisiva la figura de Ben Gurion, o sea,
del Partido Laborista israelí, muy parecido en su organización al partido Laborista
británico. pero también existen muchos kibbutzim afiliados al partido Mapai
Mapam, situado más a la izquierda, pero sin aceptar ningún punto de unificación
con el comunista.
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