Na dura imaxe de máis abaixo podemos ver a dous sobreviventes do campo de concentración de Dachau amosando o funcionamento do crematorio arrastrando un cadáver ate un dos fornos. Dachau, Alemaña, 29 de abril de 1945. Horas antes, na medianoite do mesmo día, Adolf Hitler, casaba con Eva Braun nunha pequena cerimonia civil no interior do seu bunker en Berlín. 68 anos despois, na fisterra de Europa, un Parlamento nega o homenaxe e recordo ás vítimas da barbarie nazi. O ser humano da foto, o cadaver arrastrado tiña un nome que descoñezo. Os autores do veto tamén teñen para a súa vergoña un nome, mais neste caso si é coñecido: Xosé Manuel Beiras, Yolanda Díaz, Francisco Jorquera e os seus grupos parlamentares de BNG e AGE.
“Allí, y en las cenizas de las parrillas de los hornos crematorios, pervive una sombra de encanto seductor: la de la plenitud máxima alcanzable por el hombre. No el escalofrío febril del asesinato alevoso sino el asesinato legitimo, un deber sagrado, un esfuerzo abnegado y un pasaje a la gloria. Por eso era necesario omitir todas las variantes no sanguinarias de der Endlösung der Judenfrage (La solución final de la cuestión judía). Por eso el nazismo no pudo entrar en ningún tipo de acuerdos o compromisos, ni firmar treguas con los pueblos conquistados. No se podía permitir una delicadeza o una medida tácticamente conveniente. Así que no se trataba «sólo» del Lebensraum (el espacio vital), no «sólo» de que los eslavos sirvieran a los vencedores, de que los judíos desaparecieran, muriendo sin descendencia, condenados al exilio. El asesinato iba a convertirse en la razón del estado, en una herramienta de la política del país, no intercambiable por ninguna otra, y así fue, así llegó a serlo”.
Extracto de Muerte del cuerpo extraño, de Horst Aspernicus.
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