POR FERMÍN BOUZA * – EL PAÍS – 26.07.2012
Tricky Dick (“el tramposo Dick”) fue el sobrenombre que le pusieron al presidente Richard Nixon, el del Watergate, por su condición de “trampeiro” consumado. Hacer trampas siempre es una tentación cuando las trampas, invisibles en su intención (ganar elecciones) y visibles en su civismo (ahorrar dinero), pueden conducirnos a objetivos deseables.
A veces, sin embargo, la firma de los padres en el boletín de notas que los niños pequeños imitan llama la atención del profesor por su rotunda imperfección, incerteza, inseguridad y hasta por su feísmo. Los niños tienen otros códigos ético-estéticos que con frecuencia se delatan a sí mismos en un mundo fuertemente regulado.
No creo que Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta, sea alguna reencarnación de Nixon, Tricky Dick, ni ningún niño tratando de engañar a nadie. Debe de tratarse de algún error o de un exceso de sus picos de oro: se anuncia un cambio en el número de diputados para las próximas elecciones. No es lo mismo. Dejarlo para las siguientes (sin entrar ahora en el fondo de la necesidad de estos recortes en la representación política, de apariencia demagógica pero sin duda debatibles) implica un debate y una posibilidad de consenso, pero ahora sería un asalto a la estabilidad política sobre la que se ha basado la acción parlamentaria durante estos años y produciría beneficios muy directos al PP (vean el gráfico de arriba y observen el cambio a tres escaños de las diferencias entre el bloque conservador y el progresista, debido a la peculiaridad de la contabilidad de partidos únicos o de las alianzas con acumulación de voto que se producirían tras las elecciones).
El sector progresista de voto, con los resultados de 2009 y los escaños que ahora se proponen (61 frente a los 70 anteriores y actuales), perdería dos escaños más, y se situaría a tres escaños del partido de la derecha gallega. Solo una unidad previa a las elecciones daría tantos o más escaños a los progresistas, pero esta unidad quizá no acumule el mismo número de votos que los que obtendría cada partido por separado. Siempre ocurre así.
No creo que Feijóo sea Tricky Albert, pero si lo fuera tendría mucho terreno andado para ganar las elecciones, que a día de hoy tienen un resultado incierto, con 37 escaños para cada bloque y uno bailando (bailando la conga de un final de fiesta bastante amargo para Galicia y para el reino de España en el que el antiguo Reino de Galicia se integra desde hace algunos siglos).
La balanza está equilibrada con los 75 escaños actuales, y probablemente las elecciones se las llevará quien mejor comunique en estos meses que podrían faltar para el día de autos. Comunicar no es fácil. Si se cambia a 61 escaños, Feijóo multiplicará sus bazas, pero la historia no se lo perdonará. Veremos lo que va pasando y lo que van diciendo las encuestas, tan difíciles de valorar en estos momentos de incertidumbre.
* Fermín Bouza es catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, especializado en Opinión Pública
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